sábado, 24 de septiembre de 2011


A la mañana siguiente, cuando me levante, pasé por delante de la puerta que da a la calle y encontré un sobre en el suelo, en él ponía mi nombre en mayúsculas. Con impaciencia lo abrí, dentro había una llave con un número y una nota:
Mi amor, nos veremos otra vez ¿no es cierto? Esta tarde sobre las siete en el hotel del acantilado. Esta es la llave de nuestra habitación. Estoy impaciente por estar nuevamente contigo. Tuyo para siempre:
               Juan
La emoción me embargaba en aquel momento, las manos me temblaban y en mi rostro se dibujo una gran sonrisa.
Dentro de mí existía una explosión de alegría desmedida, tenía ganas de volar, de cantar, de bailar… ¡Me sentía inmensamente feliz! Después de dar unas cuantas vueltas por casa decidí guardar la llave dentro de mi bolso, serenarme un poco y comenzar mi día como si nada de esto me estuviera ocurriendo. Tenía que aparentar normalidad, aunque con lo emocionada que estaba sería casi imposible… El día transcurrió lentamente hasta volverte a ver, ya contaba con ello, pero la recompensa final sería tan agradable que no me importaba esperar un poquito más…
Por fin la hora se fue aproximando, abrí el armario intentando decidir qué ponerme para esa ocasión tan especial, después de un buen rato revisando uno por uno mis vestidos decidí ponerme el más elegante, la ocasión lo requería, no quería llegar al hotel de cualquier modo. No pensé que lo importante en ese momento no era la ropa que llevara, sino que iba a estar nuevamente entre tus brazos… Cuando terminé de vestirme cogí mi abrigo y salí por esa puerta que me separaba de ti, pero esta vez para encontrarme contigo…

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