Durante los días siguientes la angustia era mi única compañera. Me resistía a creer que realmente nos habíamos enamorado, intentaba convencerme que solamente se trataba de un capricho. Me volqué de lleno en mi marido, a pesar que él nunca había sabido amarme… Esperaba un cambio en mi vida. Creía, que poniendo de mi parte, conseguiría borrar aquel sentimiento que me consumía. Con lo que no contaba es que el amor es aquello que nace en nosotros sin haberlo buscado, aparece porque sí y cuando menos te lo esperas. Aunque quieras, por más que te esfuerces, no puedes hacerlo desaparecer. ¡Dios sabe cuánto hice por borrarte de mi vida! Pero, a pesar de todo, seguías en mi corazón…
Pasaron unos días hasta que decidí encontrarme contigo de nuevo, pensé que era el momento de volver a verte. No sabía que iba a sentir al estar otra vez junto a ti, ni lo que tú sentirías después de tanto tiempo. ¡El corazón me latía con tanta intensidad…! No había servido de nada nuestra breve separación, mi intento de seguir con mi vida sólo me demostró que te seguía amando. Ahora era el momento de conocer cómo te sentías tú. En el fondo yo seguía teniendo miedo, miedo a perderte y miedo a romper con mi vida anterior. Sabía que tarde o temprano tendría que tomar una dolorosa decisión…
-¡Lucía! –me dijiste con esa sonrisa imborrable y dulce que siempre me ofreces y que para mí es un regalo.
Simplemente al verte fui consciente de que tus sentimientos no habían cambiado, tú me seguías amando. No era necesario que me dijeras nada. Me cogiste del brazo, tiraste de mí hacia ti y me abrazaste de nuevo. Durante unos instantes nos miramos a los ojos…
-Juan, te quiero- le susurré suavemente al oído.
Tomaste mis manos entre las tuyas, las besaste y…
-¡Lucía, sabía que no me dejarías!
-¡No he podido olvidarte, creo que nunca lo haré!
-Entonces… ¿vienes conmigo?
-Debemos pensar las cosas mejor, necesitamos más tiempo para hablar… ¿No crees?
-¡Claro, Lucía! Debemos hablar con más calma. Ahora tengo que continuar con mi trabajo. ¿Qué te parece si nos vemos en la cala de la estrella a eso de las ocho? Es un lugar poco concurrido, allí podremos charlar tranquilamente.
Tras unos segundos de silencio accedí.
-De acuerdo. Allí estaré.
Con una caricia te despediste de mí. Y aquí me quedé, impaciente, esperando que llegara la hora de volverte a ver. Esta vez sería en otro lugar, lejos de estas cuatro paredes cómplices de nuestros sentimientos…