jueves, 25 de agosto de 2011



La noche pasó en un suspiro, amanecimos abrazados contemplando el amanecer que nos mostraban aquellos ventanales. Fue la mejor noche que he pasado en toda mi vida, estar entre tus brazos me hizo realmente feliz… No era necesario decirnos nada, nuestras miradas y abrazos  lo decían todo. Hubiera congelado esa noche para el resto de mi vida…
 -Juan debemos marcharnos.
-¡Por favor Lucía, quedémonos un rato más! Me cuesta pensar que tenemos que separarnos, las horas que falten para volvernos a ver se me harán eternas. ¡Soy tan feliz en este momento…!
Permanecimos una hora más en esa preciosa habitación amándonos como si esa fuera la última vez que lo haríamos, gracias al cielo no fue así, solo se trataba del comienzo de una gran historia de amor…

lunes, 8 de agosto de 2011






 Cuando la puerta se abrió descubrí aquel maravilloso lugar que habías preparado para mí… Un camino de pétalos de rosas nos condujeron hacia una preciosa habitación decorada con mimo, contaba con una amplia cama cubierta por una colcha blanca y unos mullidos almohadones con puntillas,  también había un confortable sofá frente a una chimenea que ya estaba encendida. A la izquierda de la cama unos grandes ventanales mostraban el mar, delante de estos, sobre una pequeña mesita, estaba preparada una botella de champagne y dos copas…
Todo era tan increíble que parecía estar soñándolo. Cuando mis ojos recorrieron cada uno de los detalles de aquel lugar te miré, estabas parado, junto a la puerta observándome, tus labios dibujaban una gran sonrisa y tus ojos expresaban tanto amor…, nunca antes nadie me había mirado de ese modo… ¡No podía ser más feliz…! Tus manos me cogieron por la cintura y me empujaron hacia dentro, me ayudaste a quitarme el abrigo y me invitaste a sentarme en el sofá. Descorchaste la botella de champagne y brindamos…
 Acariciaste mis mejillas, me cogiste en brazos y me llevaste hacia la cama. Yo no pude pronunciar una sola palabra, estaba exhausta, te amaba tanto que me parecía estar en el cielo. Con mucho cuidado, y más amor, comenzaste a amarme apasionadamente y yo me entregué por entero a ti.  Todos los poros de mi piel se impregnaron del aroma de tu cuerpo, ahora eras realmente mío y yo ciertamente tuya...

Durante todo el día estuve pensando en ti, la verdad es que ya estaba acostumbrada a hacerlo, pero ahora tenía un motivo poderoso para retenerte en mis pensamientos. A pesar de que el remordimiento acudía a mí, no podía dejar de imaginarme cómo sería este nuevo encuentro entre los dos después de tanto tiempo…  La hora se iba aproximando, me preparé con la ilusión de una chica de quince años ante su primera cita, me miré al espejo, retoqué mi maquillaje,  cogí mi bolso y salí a encontrarme contigo.
 Los nervios se iban apoderando de mí, estaba tan emocionada que no podía controlar esa explosión de felicidad que me poseía… Ya faltaba muy poquito para estar nuevamente a tu lado, detuve mi caminar durante unos segundos, respiré profundamente y continué andando hasta donde habíamos  quedado. A pesar de la oscuridad de la noche, vi tu coche a lo lejos. Al verme llegar saliste de él para recibirme,  te acercaste a mí y me sonreíste…
-¡Lucía!
Abriste la puerta del coche y me invitaste a subir. Desde dentro te observé mientras recorrías el corto camino que llevaba de mi puerta a la tuya y descubrí lo realmente guapo que ibas. Aunque no lo creas, esa noche estabas realmente atractivo… Cuando entraste al coche pusiste tu mano sobre la mía, me miraste a los ojos durante unos segundos y dejaste caer un tímido ``te quiero´´.  Te parecerá mentira, pero me ruboricé.
 Pusiste el coche en marcha y nos alejamos de allí, fuimos rodeando la costa hasta llegar a una pequeña casita que tus padres tenían en una villa cercana al pueblo, yo no tenía conocimiento de su existencia, ni tampoco de donde me llevarías aquella tarde, fue una grata sorpresa para mí…
Al llegar saliste del coche rápidamente, galantemente abriste la puerta, extendiste tu mano hacia mí para ayudarme a salir y me besaste en los labios tímidamente. Cogidos por la cintura  andamos hacia la casa…

domingo, 7 de agosto de 2011

Era viernes sobre las doce de la mañana cuando llamaron a la puerta, fui a abrir sin imaginarme que detrás de ella estabas tú. Habían pasado tantos días sin tener noticias tuyas que al final me acostumbré a tu ausencia.
-¡Juan!
Pasaste a casa y cerraste la puerta. Tus ojos no dejaban de mirarme y comenzaste a sonreír. Sin decir una palabra te abalanzaste sobre mí y me abrazaste, mientras lo hacías me susurrabas al oído lo que tantas veces había deseado oír de tus labios…
-¡Lucía, te he echado tanto de menos…! ¡Te quiero tanto…!
Me abracé a tu cuerpo como si temiera que algo o alguien fuera a apartarte  de mi lado. No quería separarme de ti ni un solo momento, después de tantos días habías vuelto a mí y yo deseaba quedarme junto a ti eternamente. ¡Nos dijimos tantas cosas sin pronunciar ni una sola palabra….!
Por unos instantes tus manos acariciaron mi rostro y tus labios se posaron sobre los míos. Un gran escalofrío recorrió mi cuerpo y me hizo estremecer, ninguna otra cosa podría haberme devuelto la felicidad que en esos momentos sentía…
-¡Lucía, no me castigues con tu ausencia… quiero estar junto a ti! Todo este tiempo que hemos estado separados me ha servido para comprender que sin ti no soy nada, necesito tenerte cerca de mí para poder seguir viviendo.
-¡Has sido tú el que me ha castigado a mí alejándote de mi lado…! ¡He estado esperando tu regreso y gracias a Dios has vuelto a mí!
-¡Perdóname mi amor, juro que no me alejaré nunca más de ti!
Te miré a los ojos y pude ver en ellos la verdad de tus palabras. Ahora sí estaba segura de todo lo que habías sufrido al alejarte de mí, comprendí que no fui yo la única que lo había estado pasando mal durante tanto tiempo… El teléfono sonó y tuvimos que despedirnos. Mientras sujetabas mi mano, con la celeridad de marcharte, me propusiste vernos esa misma tarde. Yo, como no, accedí. Después de encontrarme nuevamente contigo no podía negarme a volverte a ver…

sábado, 6 de agosto de 2011


Los días pasaban, no tenía noticias de ti. Ya no llamabas a mi puerta cuando traías el correo, te limitabas a pasarlo por debajo de la puerta. Yo no quise en ningún momento estar al acecho para verte, pensé que debías de ser tú quien diera ese paso, pero no lo hacías.  El dolor que sentía por no tenerte a mi lado cada vez era más fuerte, no había nada que lo mitigara. Estaba realmente desesperada… Cada vez me convencía más de que te habías olvidado de mí, te imaginaba junto a tu familia intentando recomponer lo que yo ayudé a destruir con mi locura. A pesar de mis esfuerzos, no dejaba de pensar en ti, te amaba más de lo que nunca hubiera imaginado, pero era consciente de que todo había acabado. ¡Cuánto te echo de menos mi amor! ¡Cuánto dolor contenido! Me preguntaba una y otra vez si había actuado bien al dejarte marchar, pero no obtenía ninguna respuesta que calmara mi espíritu.
De lo único que estaba segura era de que mi vida no tenía sentido si tu no estabas en ella, pero tenía que luchar por la familia que tenía a mi lado y debía hacerles creer que me sentía feliz. Sí, mis hijos eran lo más grande que la vida me había dado, pero me faltaba lo único que me hacía sentirme viva: tu amor, Juan.