lunes, 26 de septiembre de 2011

Llegué a la parada del autobús y lo cogí para dirigirme al hotel. Cuando subí a él me di cuenta de que iba casi vacío, tan solo una pareja de ancianos estaban sentados en los asientos delanteros  y un trabajador del hotel que se encontraba justo a la mitad del autobús. Pasé hacia adentro y me senté al lado de una ventanilla, mis nervios me hacían pensar que las personas que allí se encontraban adivinarían el motivo por el que yo había subido y me avergonzaba de ello. En verdad, no era correcto lo que estábamos haciendo, pero es peor amar y no poder vivirlo abiertamente. Quizás esta era la manera más apropiada para no hacer sufrir a los demás…
Después de diez minutos llegué al hotel, a través de los cristales del autobús vi tu coche aparcado al lado de la entrada, las piernas me comenzaron a temblar, muy discretamente saqué la llave de mi bolso y entré al hotel. No sé si me ruboricé por la situación, pero mis mejillas  ardían, sin apenas levantar la vista me colé dentro del ascensor y pulsé varias veces, temía que alguien me reconociera... Cuando por fin se abrieron las puertas accedí al pasillo y comencé a buscar la habitación.
-¡Ahí está!- pensé.
Tomé la llave y cuando me disponía a usarla la puerta se abrió. Allí estabas tú, con tu genial sonrisa y tu cálida mirada que me trasmitió todo el amor y la ternura que en esos momentos necesitaba. Tendiste tu mano y me cogiste del brazo tirando suavemente de mí para adentro. Por la espalda me rodeaste con tus brazos y susurrándome al oído me dijiste ¨ te quiero¨. En ese momento me aferré a ti con más fuerza que nunca, me di la vuelta y te besé en los labios…
-¡Juan! ¡Soy tan feliz de estar otra vez a tu lado!
-¡Mi vida! ¡Sabes que yo también!
La tarde a tu lado pasó volando, el reloj corría y corría, y nosotros no pudimos detener el tiempo.
-Juan, lo que mi corazón siente por ti es tan puro y tan verdadero, que aún sabiendo que no está bien que nos amemos, los remordimientos que antes acudían a mí se han desvanecido por completo.
-¡Lucía, yo solo quiero estar a tu lado, para siempre! Si antes estaba seguro de lo que sentía por ti y de que quería dejarlo todo por estar contigo, ahora lo tengo todavía más claro.
Era la hora de despedirnos, yo no podía hacerlo, ya que el amor que sentía en esos instantes por ti era tan fuerte que me impedía tener que decirte adiós aunque fuese por un día. Me replanteé en mi cabeza lo que me acababas de decir, tal vez llegó el momento de dejarlo todo y comenzar una nueva vida junto a ti… No sabía cuánto tiempo más iba a soportar no vivir contigo, este sentimiento era tan fuerte que ya dejaban de importarme las cosas que antes me quitaban el sueño.
Mientras me vestía para marcharme me puse frente a ti y te dije aquello que hacía tanto tiempo tú querías oír…
-Juan, creo que sí…
-¿Qué sí..? ¿Qué?
-Pues… que sí quiero dejarlo todo para estar a tu lado…
Tus ojos se iluminaron, tu sonrisa se amplió enormemente y me abrazaste como nunca lo habías echo…
-Lucía, he esperado este momento con tantas ganas que ni yo mismo me creo lo que me estás diciendo… ¡Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo!
Tus manos temblaban y no me soltabas ni un instante…
-Tenemos que comenzar a preparar todo. ¡Quiero que vengas a mi lado cuanto antes! ¡Ahora sí que no quiero esperar ni un instante más! Esta misma noche hablaré con mi mujer y le explicaré lo que está pasando, sé que será duro, pero tiene que comprenderlo… ¡Yo te quiero, Lucía, como nunca antes he querido a nadie…!
Te sentía tan feliz junto a mí, que tuve miedo… Me aterraba pensar lo que se nos venía encima, pero comprendía que la vida es demasiado corta y que el tiempo que no pasáramos juntos era tiempo perdido. Ahora sí que debíamos enfrentarnos a todo lo que nos separaba y comenzar, con la cabeza bien alta, nuestra nueva vida llena de amor.
Salimos del hotel completamente ilusionados, con ansias de estar juntos para siempre, nuestro sueño estaba cerca y pasara lo que pasara lo íbamos a cumplir… Montamos en su coche y esta vez no me bajaría en las afueras del pueblo, ahora me llevaría directamente a casa. Ya no importaba nada que nos vieran juntos, desde ese momento pondríamos las cartas sobre la mesa y con la cabeza bien alta gritaríamos al mundo entero nuestro amor, ese amor que ninguno de los dos buscamos pero que llegó a nosotros para hacernos realmente felices…

sábado, 24 de septiembre de 2011


A la mañana siguiente, cuando me levante, pasé por delante de la puerta que da a la calle y encontré un sobre en el suelo, en él ponía mi nombre en mayúsculas. Con impaciencia lo abrí, dentro había una llave con un número y una nota:
Mi amor, nos veremos otra vez ¿no es cierto? Esta tarde sobre las siete en el hotel del acantilado. Esta es la llave de nuestra habitación. Estoy impaciente por estar nuevamente contigo. Tuyo para siempre:
               Juan
La emoción me embargaba en aquel momento, las manos me temblaban y en mi rostro se dibujo una gran sonrisa.
Dentro de mí existía una explosión de alegría desmedida, tenía ganas de volar, de cantar, de bailar… ¡Me sentía inmensamente feliz! Después de dar unas cuantas vueltas por casa decidí guardar la llave dentro de mi bolso, serenarme un poco y comenzar mi día como si nada de esto me estuviera ocurriendo. Tenía que aparentar normalidad, aunque con lo emocionada que estaba sería casi imposible… El día transcurrió lentamente hasta volverte a ver, ya contaba con ello, pero la recompensa final sería tan agradable que no me importaba esperar un poquito más…
Por fin la hora se fue aproximando, abrí el armario intentando decidir qué ponerme para esa ocasión tan especial, después de un buen rato revisando uno por uno mis vestidos decidí ponerme el más elegante, la ocasión lo requería, no quería llegar al hotel de cualquier modo. No pensé que lo importante en ese momento no era la ropa que llevara, sino que iba a estar nuevamente entre tus brazos… Cuando terminé de vestirme cogí mi abrigo y salí por esa puerta que me separaba de ti, pero esta vez para encontrarme contigo…

jueves, 8 de septiembre de 2011


Traté que el día trascurriese con la mayor normalidad posible y así fue. No sé cómo me comporté con tanta naturalidad, ni yo misma lo creía… A pesar de todo no pude sacarte de mis pensamientos, pero pude disimular.
Al día siguiente me desperté con unas ansias locas de volver a verte, no sabía si tendrías que pasar por casa a entregarme el correo. De todos modos me levanté con la esperanza de que ocurriese, recogí la casa, me preparé el desayuno y… sonó el timbre. Todavía estaba sin vestir, pero tenía tantas ganas de volver a verte que en esos momentos no me importó. Salí apresuradamente al hall y abrí la puerta… Como siempre allí estabas tú, con tu encantadora sonrisa y aquella mirada llena de ternura y amor que te caracterizaba…
-¡Juan!
-¡Hola mi amor!- dijiste susurrándome al oído.
Entraste y cerraste la puerta. Una vez dentro me abrazaste como si hubieran pasado siglos desde la última vez que nos vimos… Yo, ni qué decir tiene, me sentí la mujer más feliz de la tierra. En tus brazos no había nada que temer y nada podía hacerme daño…
-Lucía, he pasado toda la noche recordando cada uno de los minutos que pasamos juntos, ahora sé que no podría estar separado de ti ni un solo día. Estoy más decidido que nunca a compartir el resto de mi vida contigo…
-¡Mi amor! ¡Yo sería tan feliz a tu lado…!
-¿Cuándo podremos vernos de nuevo?
-No sé Juan, escaparme toda una noche no creo que pueda, de momento, y no creo que sea bueno para ti…
-¿Y si solo son unas horas? ¡Con pasar unas horas a tu lado me conformo…!
-De acuerdo, Juan, piensa en algo y mañana intentamos vernos de nuevo.
Rodeaste mi cintura con tus fuertes brazos y me besaste tiernamente. Nuevamente nos despedimos hasta el día siguiente, en el que nos volveríamos a encontrar para regalarnos lo más hermoso que ambos teníamos, nuestro amor… 
Eran las nueve de la mañana cuando subimos al coche para regresar a nuestra realidad, durante todo el camino no dejaste de recordarme todo lo que sentías por mí y sobre todo lo que sufriste en aquella ocasión en la que decidiste distanciarte durante un tiempo para tener plenamente seguridad de lo que sentías. Tus ojos me miraban con una gran ternura y yo acariciaba tu cara con un amor inexplicable…
Llegó el momento de separarnos, nos detuvimos a la entrada del pueblo y yo me bajé del coche.
-¡Lucía! ¡Te quiero!-dijiste mientras me alejaba.
Yo volví la vista hacia ti y te sonreí. Seguí caminando rápidamente para no llegar demasiado tarde a casa. Durante el camino iba recordando todos los instantes que habíamos compartido, me sentía realmente en una nube, pero, cuando abrí la puerta de casa, los remordimientos acudieron a mi mente. No estaba nada bien lo que había sucedido, antes de que todo esto ocurriera debíamos haber zanjado nuestras anteriores relaciones… Pero en esos momentos tomé una decisión: no dejaría que nada ni nadie me arruinara la felicidad que había sentido al estar a tu lado, ya era hora de ser egoísta y pensar, por una vez en mi vida, únicamente en mí…

jueves, 25 de agosto de 2011



La noche pasó en un suspiro, amanecimos abrazados contemplando el amanecer que nos mostraban aquellos ventanales. Fue la mejor noche que he pasado en toda mi vida, estar entre tus brazos me hizo realmente feliz… No era necesario decirnos nada, nuestras miradas y abrazos  lo decían todo. Hubiera congelado esa noche para el resto de mi vida…
 -Juan debemos marcharnos.
-¡Por favor Lucía, quedémonos un rato más! Me cuesta pensar que tenemos que separarnos, las horas que falten para volvernos a ver se me harán eternas. ¡Soy tan feliz en este momento…!
Permanecimos una hora más en esa preciosa habitación amándonos como si esa fuera la última vez que lo haríamos, gracias al cielo no fue así, solo se trataba del comienzo de una gran historia de amor…

lunes, 8 de agosto de 2011






 Cuando la puerta se abrió descubrí aquel maravilloso lugar que habías preparado para mí… Un camino de pétalos de rosas nos condujeron hacia una preciosa habitación decorada con mimo, contaba con una amplia cama cubierta por una colcha blanca y unos mullidos almohadones con puntillas,  también había un confortable sofá frente a una chimenea que ya estaba encendida. A la izquierda de la cama unos grandes ventanales mostraban el mar, delante de estos, sobre una pequeña mesita, estaba preparada una botella de champagne y dos copas…
Todo era tan increíble que parecía estar soñándolo. Cuando mis ojos recorrieron cada uno de los detalles de aquel lugar te miré, estabas parado, junto a la puerta observándome, tus labios dibujaban una gran sonrisa y tus ojos expresaban tanto amor…, nunca antes nadie me había mirado de ese modo… ¡No podía ser más feliz…! Tus manos me cogieron por la cintura y me empujaron hacia dentro, me ayudaste a quitarme el abrigo y me invitaste a sentarme en el sofá. Descorchaste la botella de champagne y brindamos…
 Acariciaste mis mejillas, me cogiste en brazos y me llevaste hacia la cama. Yo no pude pronunciar una sola palabra, estaba exhausta, te amaba tanto que me parecía estar en el cielo. Con mucho cuidado, y más amor, comenzaste a amarme apasionadamente y yo me entregué por entero a ti.  Todos los poros de mi piel se impregnaron del aroma de tu cuerpo, ahora eras realmente mío y yo ciertamente tuya...

Durante todo el día estuve pensando en ti, la verdad es que ya estaba acostumbrada a hacerlo, pero ahora tenía un motivo poderoso para retenerte en mis pensamientos. A pesar de que el remordimiento acudía a mí, no podía dejar de imaginarme cómo sería este nuevo encuentro entre los dos después de tanto tiempo…  La hora se iba aproximando, me preparé con la ilusión de una chica de quince años ante su primera cita, me miré al espejo, retoqué mi maquillaje,  cogí mi bolso y salí a encontrarme contigo.
 Los nervios se iban apoderando de mí, estaba tan emocionada que no podía controlar esa explosión de felicidad que me poseía… Ya faltaba muy poquito para estar nuevamente a tu lado, detuve mi caminar durante unos segundos, respiré profundamente y continué andando hasta donde habíamos  quedado. A pesar de la oscuridad de la noche, vi tu coche a lo lejos. Al verme llegar saliste de él para recibirme,  te acercaste a mí y me sonreíste…
-¡Lucía!
Abriste la puerta del coche y me invitaste a subir. Desde dentro te observé mientras recorrías el corto camino que llevaba de mi puerta a la tuya y descubrí lo realmente guapo que ibas. Aunque no lo creas, esa noche estabas realmente atractivo… Cuando entraste al coche pusiste tu mano sobre la mía, me miraste a los ojos durante unos segundos y dejaste caer un tímido ``te quiero´´.  Te parecerá mentira, pero me ruboricé.
 Pusiste el coche en marcha y nos alejamos de allí, fuimos rodeando la costa hasta llegar a una pequeña casita que tus padres tenían en una villa cercana al pueblo, yo no tenía conocimiento de su existencia, ni tampoco de donde me llevarías aquella tarde, fue una grata sorpresa para mí…
Al llegar saliste del coche rápidamente, galantemente abriste la puerta, extendiste tu mano hacia mí para ayudarme a salir y me besaste en los labios tímidamente. Cogidos por la cintura  andamos hacia la casa…